dilluns, 20 de juny del 2011

En una casita blanca




En una casita blanca nací yo, en su única ventana estaba el dormitorio donde nací, era la ultima casa del pueblo y mas allá solo estaba el cementerio y un molino de aceite.
Delante de la casa había un pequeño cortijo donde los animales corrían en semilibertad, con un corral lleno de gallinas donde el gallo anunciaba el día y un establo donde habrían no mas de una docena de vacas, entre la casa de labranza y la mía había una era donde los trabajadores aventaban las mieles del trigo mientras una vieja mula a la que me subían daba vueltas en la era trillando el grano, mas allá estaban los huertos con una enorme higuera que daba sombra a una alberca de aguas cristalinas donde nos bañábamos entre renacuajos y carrizos.
Recuerdo que frente a la casa estaba anclado un espantapájaros, que era mi terror en las noches de luna clara su silueta se recortaba en el horizonte y yo y tu tío Pepe lo mirábamos horrorizados desde la ventana.
La leche era del día y los huevos estaban sembrados entre las hileras de trigo donde alguna que otra gallina se perdía entre los trigales y luego misteriosamente aparecía colgada de un clavo que tu bisabuela Natividad tenia en la cocina del patio, donde tu bisabuelo Paco la despojaba de todas sus plumas en un ritual que se repetía domingo tras domingo bajo una parra que daba las mejores uvas del mundo, uvas que tu Bisabuelo guardaba en aguardiente para calentar la tripa los días de invierno, tu bisabuela nos preparaba para desayunar huevos batidos con vino a la que tu bisabuelo añadía un chorrito mas de vino, mientras la abuela Nati se afanaba en calentar a la lumbre del fogón algo de pan duro para mojar el abuelo sacaba un tarro lleno de uvas en aguardiente y con una asombrosa maestría las ensartaba con la navaja para repartirlas entre los nietos.
Éramos seis nietos de casi la misma edad, para dormir teníamos junto a la lumbre un jergón sobre una cajina de paja seca, paja que tu bisabuelo sacaba de vez en cuando y la rociaba con zotal para prevenir la liendres.
La casa tenia dos habitaciones de brega a un lado del pasillo por donde transitaban las bestias de la casa un viejo mulo y alguna cabra, al lado contrario estaba el dormitorio y un comedor con muebles modestos pero de estilo suntuoso donde estaba prohibido pasar, había una vitrina llena de vasos y copas y un estante con porcelanas de la dote de tus bisabuelos en un rincón estaba la jofaina con su palangana y junto a una coloreada foto de tus bisabuelos había un espejo donde tu abuela Maximina se lavaba el pelo, luego se lo secaba al sol en el patio su pelo era largo y pelirrojo por eso tu abuelo que era falangista la llamaba la roja, tu abuelo José era minero y se entretenía los domingos en preparar cepos para los pájaros, y construir unas enorme jaulas de madera entre visita y visita a la taberna de la esquina.
En la casa solo habían dos sillas en el comedor y una bancada en el pasillo, por eso el lugar de reunión era una pequeña explanada delante de la casa ahí los vecinos tenían cada uno una piedra donde sentarse al sol en invierno y a la sombra de un chopo en verano en las noches de verano se asaban a la lumbre espigas verdes y con suerte algo de tocino, a los niños nos untaban la grasa del tocino en el pan que con un par de espigas asadas era manjar de dioses y si tu abuelo José había tenido suerte y algún que otro pajarillo había caído en las trampas un muslo para rechupar y a correr tras los grillos bajo un cielo plagado de estrellas.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada