dilluns, 28 de gener del 2013

RECUERDOS







Hace unos días, dentro del contexto de una entrevista. El señor Emiliano Aguilar, tuvo la amabilidad de escribir un texto sobre los recuerdos.
Son tantas las veces, tantas, en las que en mi mente afloran los recuerdos de mi niñez, que absorto me parece revivir aquellos momentos.
¿Verdad que también a todos vosotros os pasa lo mismo?
Me parece increíble que hoy 70 años después pueda revivir, con los ojos cerrados, sentado en el sillón de mi pequeño salón, instantes de mi niñez.
Debo deciros a todos vosotros que aquel pequeño y mísero pueblo, se halla, aún hoy día, tras el macizo rocoso del monte que le rodea.
No hace mucho volví a él acompañado de una de una mujer, sencilla y buena, amante de la naturaleza y de los paisajes, de los días claros y luminosos.
Aquel día era así, luminoso, y avanzando por la tortuosa carretera llegamos a un punto en que la curva parecía ser el final del camino, cortado por la masa maciza vertical, imponente, coronada en lo alto por el castillo templario. Habíamos llegado a la boca del túnel que atravesando la roca nos llevaría, como en un cuento, a la plaza mayor del pueblo. Paramos para contemplar el soberbio panorama que la naturaleza nos ofrecía.
Todo aquello lo había revivido en mi mente y ahora estaba durante muchos años. Hoy, ahora estaba allí, respirando el aire fresco, seco, con aromas de romero, de tomillo…
En lo alto los buitres planeaban en círculos continuos sobre el barranco.
A nuestra derecha “el llovedor”, la misma ermita que yo conocía, al pie de las peñas, desde donde caían lentas y continuas unas gotas de agua que con su persistencia habían formado entre las grietas una abundante vegetación.
Contemplé con ansiedad, aquel rincón y miré a lo alto, recorriendo la pared rojiza de la peña de la Hoz, hasta parar mi mirada en los muros del castillo. Donde de niño, tantas veces habíamos jugado.
Atravesamos el túnel en silencio. Algunas gotas de agua provenientes de rocoso techo, golpeaban el parabrisas.
De pronto en un destello de luz, delante nuestro la plaza, en cuyo centro “El Caballón”, donde llevado de la mano de mi padre acudíamos los días de fiesta para encontrarnos con los vecinos y jugar con otros niños.
La carretera atravesaba la plaza, en cuyo centro una fuente sin agua. Era el punto cero de los caminos: a nuestra izquierda el camino de las minas de carbón, de frente el calvario, con su ermita y las Eras, a la derecha la calle principal. Allí, traté de recordar cual fue mi casa… y la memoria me traicionó 


           

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada