El atardecer en su esplendor dorado.
La arena es una alfombra dibujada con gráciles pisadas
de las gaviotas, las olas se apaciguan al llegar a la orilla,
dejando rescoldos de agua, emulando trasparentes espejos
en la lisa playa.
La brisa impregnaba la piel con ese húmedo e imperceptible
olor a mar, el mas salado de los perfumes.
El rumor de las olas llegando incesante me aporta una
sensación acunante y un sentimiento de sosegada energía.
El sol, una aureola grande, en su fulgor marchito, por la
caída de la tarde, impregnaba nuestras retinas de fascinación.
¡Nos fuimos! sintiendo crujir la húmeda arena bajo nuestras
Que magnífico paseo para relajarse y sentirse en paz con la
vida.
Puri
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